jueves, septiembre 18, 2008

Sin perros ni casa de campo

No es simplemente cambiar de casa, no es simplemente vivir juntos; es un proceso bastante difícil en el cual tenés que construir un mundo junto con él, un mundo distinto al que traen los dos.
Difícil, ¿verdad?, pero es posible. Lo digo yo que juré a mi madre que no me casaría, que no me enamoraría, que iba a vivir con dos perros en una casa de campo. Y miren, ni perro ni casa de campo.
Pero sí enamorada, aún más desde el día en que nos conocimos, un amor que ha crecido con muchas experiencias difíciles, bonitas, amargas, dulces, lisas, curveadas; experiencias que nos han enseñado a él y a mí, que el amor no es rosa, ni gris, ni verde que tiene muchos colores que significan diferentes cosas. Hay que aprender el significado de cada color y saber usar cada uno de ellos.
Mi vida de mujer casada sin anillos, ni papeles, me ha hecho descubrir actitudes que dormían e ignoraba, como que el desorden no era un buen amigo, lo limpio que me gusta ver el baño, desconocía lo satisfactorio de cuidar tu casa, de pintar tus paredes, descubrí una paz inmensa en la soledad de mis noches, una soledad que no me afecta, pero es muy saludable, descubrí lo bien que cocino… Desarrollé la tolerancia, algo que no era común en mí.
Algo hermoso, es despertar junto a él, saber que cuento con un pecho lleno de calor para esas noches frías y llenas de mis miedos.
Soy feliz, una mujer feliz…
Pintura "El Beso" de Gustav Klimt.